Censura

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-En cuanto al mal que resulta de una censura, es imposible de medir, ya que es imposible decir dónde termina. Jeremy Bentham.

-Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que ellos practican, la otra mitad practica lo que ellos censuran.Benjamin Franklin.

-En los países y épocas en que la comunicación se ve impedida, pronto todas las demás libertades se marchitan. La discusión muere por inanición, la ignorancia de la opinión de los demás se convierte en rampante, las opiniones impuestas triunfan. El ejemplo bien conocido de esto es la loca genética predicada en la URSS por Lysenko, que en ausencia de debate (sus oponentes fueron exiliados a Siberia) puso en peligro las cosechas de veinte años. La intolerancia se inclina hacia la censura, y la censura promueve la ignorancia de los argumentos de los demás y por lo tanto a la intolerancia misma. Un círculo vicioso rígido, que es difícil de romper. Primo Levi.

-Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales. Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de las sombras de ellos mismos..Ray Bradbury.

 

Saber de qué se habla cuando se habla de ética y de periodismo es complicado. Simplificando, en su acepción «normativa» la ética es un conjunto de reglas de conducta que indican cómo actuar bien. Definir qué es el periodismo es todavía más difícil. Por eso, cuando se exigen «códigos de ética» para esa profesión florecen las confusiones. Como punto de partida, pueden servir estas cuatro cuestiones básicas.

La primera es que los llamados «códigos de ética» no son muy diferentes en sus fines y en sus formas a los reglamentos que rigen cualquier actividad, desde algunos aspectos del ejercicio de la abogacía hasta la convivencia en un consorcio. La palabra «ética» suma a su ambigüedad una carga emotiva favorable, que tiñe de legitimidad a todo lo que adjetiva, complicando la comunicación. Por eso, parece mejor idea hablar sin vueltas de «reglamentos». O, si no se quisiera resignar pompa, de «manuales de estilo», nombre también impreciso pero con menos aristas cortantes.

La segunda es que estos reglamentos rebautizados juegan únicamente en los espacios que les dejan las leyes generales. A veces, las leyes delegan expresamente la regulación de ciertos aspectos de una práctica a sus asociaciones o colegios. Otras, simplemente se quedan en silencio. Por eso, la pretensión de que, por ejemplo, el periodismo se «autorregule» es un tanto desmedida. Un sinnúmero de normas, civiles y penales, regulan esa actividad, y el ámbito de «autorregulación» es el que ellas le dejan. Así, los «códigos de ética» solo pueden ocuparse de conductas que están permitidas (al menos, en el sentido de no prohibidas) por el derecho, pero que ciertos actores de la sociedad prefieren desalentar entre sus pares.

En tercer lugar, muchas veces estas reglas no tienen más fuerza que una sugerencia calificada. Las prescripciones emanadas de las asociaciones o colegios solo pueden obligar a sus asociados, que aceptan su autoridad. Eso se dificulta en actividades, como el periodismo, para las que no rige la exigencia de colegiación obligatoria. Y es todavía más claro con respecto a los «manuales de estilo» que han publicado empresas para obligar a sus empleados.

Por último, lo más importante es notar que sobre toda regulación del periodismo vuela la amenaza del control de lo publicable. Esta es una buena oportunidad para recordar que el artículo 14 de la Constitución Nacional veda el dictado de normas, más generales o más particulares, que puedan dar lugar a la censura previa. El cuidado ha de ponerse, entonces, en no dejarse engañar por limitaciones a la libertad de expresión disfrazadas de supuestos «códigos de ética».
Tobías J. Schleider es Doctor en Filosofía del derecho.

 

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