¿Es conveniente engañar al pueblo?

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“Est-il utile de tromper le peuple?. Hace unos días, en una enorme librería, encontré un librito que puede pasar inadvertido. Es ciertamente pequeño, de tapas amarillas: un prontuario y poco más, tiene casi mi edad un año más joven pero en sus paginas encierra…..un libro que llamaremos en causa varias veces

«Puede ser de utilidad alguna vez de ser engañado, tal vez para ser conducido a cometer nuevos errores o tal vez para confirmar los errores en los que uno se encuentra»

Los consejeros  y el engaño. Los gobernantes pueden tener interés en mantener a los ciudadanos en el error, precisamente para conducirles con mayor facilidad. Y los gobernados pueden desear la ignorancia o la superstición para así despreocuparse, para así irresponsabilizarse. Estas actitudes, señala Condorcet, son una ruina, son indeseables. Pese a lo que dijera Maquiavelo, el Gobierno de un país no puede funcionar recta y justamente con la “noble mentira”. Y la población no puede tener una existencia plena, digna de ser vivida, si se deja intoxicar por el estupefaciente del engaño voluntario. Los individuos serían como esclavos.

Maquiavelo, nos recuerda Catalán, parte del supuesto de que los súbditos obran mal siempre que pueden. Lo cual, podríamos admitir, es cierto. Es cierto que obran mal si de su acción no se derivan consecuencias, si su delito se consuma con impunidad. Por eso, Maquiavelo recomienda lo siguiente: “Es necesario que quien dispone una república y ordena sus leyes presuponga que todos los hombres son malos y que pondrán en práctica sus ideas perversas siempre que se les presente la ocasión de hacerlo libremente”.

Por supuesto, numerosos Ilustrados se opondrán a la expansión del cinismo gubernamental. Por ello lucharán modestamente contra las impunidades, procuran de ajustar mejor el funcionamiento de la ley. Que la ley se extienda, que la legalidad sea la base de las actuaciones de los gobernantes y de los gobernados. Pero para que eso suceda es preciso instruir, formar. Condorcet, como no podía ser de otra manera, confiaba en la educación, y educar no es engañar. Lo perjudicial es la falta de instrucción, fuente de todos los errores, de todas las supersticiones, de todos los fanatismos. ¿Cómo puede ser útil mantener al pueblo en la ignorancia?, se pregunta. “Nunca es la verdad en cuanto tal lo que es perjudicial, y aun la verdad unida a los errores hace menos mal y mayor bien que lo que hayan podido hacer por sí solos los errores. Por tanto, la verdad es de por sí útil, aunque no se la conozca sino a medias, y sería perjudicial sustituirla por el error”, precisa Condorcet. Y es ésta una indicación válida para los gobernantes rectos, ilustrados, benevolentes, como ese Federico II que tanto hizo por las artes y por el pensamiento. Pero es válida también para los gobernados, pues “sería igualmente útil para la clase oprimida conocer la verdad ya que si no estuviese engañada no buscaría otra cosa que los medios más seguros para evitar la opresión”, dice Condorcet.

Si esto es así, ¿a quién interesa mantener los engaños, la “noble mentira” de los gobiernos? “Para que la opresión pueda ser útil para el opresor, es necesario que el oprimido sea presa de la superstición o esté privado de razón: esa es la razón por la que la sumisión imbécil de algunos pueblos era muy cómoda para sus sacerdotes, y por lo que la sumisión de las bestias de carga proporciona tanta utilidad a los hombres”. Por favor, relean la cita anterior: parece estar escrita para nosotros. “Los errores que se le mete al pueblo en la cabeza lo vuelven estúpido; ahora bien, de la estupidez a la seducción y a la ferocidad no hay más que un paso”, admite. Y “el entusiasta ignorante no es un hombre, sino la más terrible de las bestias feroces”.

Condorcet quiere erradicar las bestias feroces de la sociedad de los humanos, pero quiere también impedir que los opresores sigan valiéndose del engaño para burlar sus responsabilidades, para gobernar con humo, con promesas inverificables. “¿Se puede aprender la verdad de labios de los cortesanos o ministros, de los informes de los espías, de los escritos de los panegiristas o de los gacetilleros a los que se soborna para engañar, de las cartas que tenga interés en mostrar quien se ha dedicado a tan infame violación…?” .

Un consejero gubernamental que engaña es un mal, como lo es también confiar a ciertos hombres un empleo público, un ministerio, si su objetivo es “hacerse ricos o tener fama y halagos”.

 

 

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